Dame tus ojos hoy, que un ciego ha golpeado mis
rodillas,
yo podría besar tus manos, levantar mi cabeza del
polvo
cuando el sol aun esté brillando.
Tendida sobre el tiempo las ondas del mar, suavemente
cierran mis visiones
y ahogándome en esta extrañeza, el día sigue siendo
difícil.
Pero río, río como si danzara en una playa desierta de
luz
y miles de rostros alzaran los brazos para quitarme
lo imposible.
La impresión no basta,
es solo un cercano ruido que me obliga, condenar
la boca abierta al cielo.
Entonces persigo lo que se va,
vuelvo, encuentro,
Caigo sobre el agua asustada.
La risa es como un regalo del viento,
todo vuelve a estar oscuro.
El recuerdo está hecho de viejas paredes
y sigo aquí, por siempre, en este extraño día
moviéndome suavemente entre las raras ondas
que levanta de repente el silencio.