Si las olas del mar en estos días
danzaran como Alicia frente a mí,
y los pescadores nobles 
me dieran la concha azul 
que el dedo conyugal preside. 
El nudo en mi garganta ya no fuera
la roca que el agua salada roe
ni esta ansiedad de correr, apelaría
a llevar desnudo el amor.
Si de repente el viento
trae a mis pies la espuma 
y el ojo del pescador brilla 
entonces, sabré que no estoy dormida.
 
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